La ópera prima de la costarricense Alexandra Latishnev propone el seguimiento de una figura: María José, su protagonista.
Presenciamos la intimidad de una
joven estudiante embarazada. Desde las primeras escenas notamos el ritmo al que
está acostumbrada. El party hard, noches psicodélicas, alcohol por todos lados,
encuentros casuales, acontecimientos que son expuestos con buena técnica,
jugando con el aire documental y la poca profundidad de campo.
María José se enrumba por la
ciudad sin nociones claras, juega con su vida, porque no parece interesada en
asumir su embarazo con responsabilidad, no reflexiona demasiado sus acciones.
Ningún suceso la cambiará demasiado hasta la llegada del remezón climático, a
partir de ahí la película abandona la propuesta naturalista y se enrumba en un
juego performativo. María José se “deconstruye” ante la cámara con pequeñas
acciones, escenas dilatadas que tratan de esculpir un mensaje. La protagonista
ya está cambiada por lo que le ha ocurrido; sin embargo, se siente desconectado
del resto del film, probablemente por la inverosimilitud de las acciones dentro
de la trama luego del clímax.
Hay dos coberturas visuales que
arman la primera parte de la película: la cámara al hombro y el encuadre fijo.
La primera, intensifica los paseos urbanos y las noches adrenalínicas en las
que se halla inmersa María José, recuerda un poco al seguimiento que los
Dardenne estructuraron en Rosetta. La segunda, apuesta por las escenas de
conversación, ya sea con la familia o los amigos. La representación del
lenguaje informal y de las situaciones cotidianas son de lo mejor que consigue
Latishnev. Habrá que estar atento a sus siguientes pasos.
Tirso Vásquez - Cinéfilo de Pueblo Libre

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