Festival de Lima 2017: "The other side of hope" de Aki Kaurismäki




Las acciones de The other side of hope se desarrollan en “la otra Europa”, aquel lugar hostil que contradice los valores liberales y que desmiente el sueño del estado del bienestar. Es una recurrencia en la filmografía de Kaurismäki mostrar a sujetos lumpenes, que enfrentan crisis materiales, pero sin necesidad de subrayar la miseria. El cine del finlandés no busca ser un objeto explícito de denuncia social.  

En esta última entrega, el director nos sumerge en una historia doble. Khaled (Sherwan Haji), un sirio que ha escapado de la guerra en medio oriente y que quiere pedir asilo en Finlandia; la otra historia es la de Wikström (Sakari Kuosmanen), un hombre mayor que tras separarse de su esposa compra un restaurante de poca monta. Poco a poco, sus historias se cruzarán: Khaled necesitará esconderse de las autoridades de Finlandia, luego de que le negaran la condición de refugiado, y Wikström tendrá que evaluar si le ofrece ayuda; pero este no es el mayor problema del joven sirio, su preocupación esencial es el bienestar de su hermana que no ha podido llegar a Finlandia todavía.   

El relato tarda en juntar a Khaled y a Wikström, pero su demora no es en vano, ya que el desarrollo de cada intimidad es un deleite. La comedia nunca falta en el cine de Kaurismäki y hay que destacar que la risa es producida tanto por el diálogo como por la interacción de los sujetos con el espacio y los límites del encuadre.

En una de las primeras escenas vemos como Khaled se baña en una ducha pública, tan solo le vemos los pies completamente negros, el agua le cae y va sacando de a pocos el carbón que llevaba impregnado en la piel. Este es un gesto divertido, pero que no pierde fuerza política: recordemos que Khaled estaba manchado por haberse ocultado dentro de un montículo de suciedad. Por fortuna, el film no patetiza este dolor, más bien lo ironiza con tono amable.

Y así seguiremos viendo sátiras, como la partida de póker que juega Wikström para ganar dinero, los gestos son mínimos, la tensión es dilatada, la emoción gestual es casi nula, y todo se despabila con un simple diálogo. Otro ejemplo, el momento de la inspección policial en el restaurante, donde lo que más importa se encuentra en el espacio en off (es decir, fuera de cámara). Otro momento, cuando los empleados del restaurante caminan en reversa para ocultarle algo que hay en la cocina al viejo Wikström; uno más, toda la secuencia del primer encuentro entre los protagonistas. La línea narrativa es claramente hilarante, reafirmando la idea de Henri Bergson de que la risa “flexibiliza cualquier resto de rigidez mecánica que pueda quedar en la superficie del cuerpo social.” (pp. 19, “La risa. Ensayo sobre el significado de la comicidad”), The other side of hope es una obra de carácter elástico, que dinamiza la conducta y nos sacude de esa rigidez que el gran Aki compone a propósito.

Kaurismäki es fiel a su lenguaje, continúa con el código de actuación minimalista, pero esto no le resta emoción a su obra. Él mismo declaró hace más de una década que la cámara y el montaje hacían actuar a los actores, se confesaba como un deudor de la austeridad bressoniana. Sin embargo, hay una diferencia sutil entre ambos cineastas. Mientras Bresson apuesta por limpiar de cualquier artificio a sus actores para convertirlos en piezas de carácter trascendente; Kaurismäki apunta al retrato parco, porque le interesa canalizar la frialdad, la emoción seca, dura, de un conjunto de individuos que sufren atropellos por parte de la Europa que finge, que aparente haber dejado atrás la discriminación, la violencia y la corrupción.     

Así como en Le Havre, The man without a past, I hired a contract killer o The girl of the match factory, nuestros héroes no los encontramos en el mundo institucionalizado, ni tampoco en aquellos que tienen conciencia de clase, el juego de tensiones éticas queda en la cancha de quienes habitan los márgenes sociales: obreros y obreras, indigentes, refugiados, alcohólicos, parias y todxs lxs olvidados por la democracia liberal.

La capacidad de agencia es fundamental para los personajes de The other side of hope, no solo se hallan alejados del éxito que propone la hegemonía del capitalismo contemporáneo, también se encuentran en oposición a la moral de dicho sistema, puesto que sus acciones no están alineadas con lo que el discurso oficial propone como “correcto”. Hay una integridad ética en ellos, pero que opera sin necesidad de pontificar, ni de declamar consignas de panfleto.

Vemos fantasías sociales bajo una puesta en escena teatral, un tanto plástica (en el mejor de los sentidos): encuadres abiertos, colores saturados, composición milimétrica, sonidos que se sienten puestos. Todo esto suma a la técnica que limpia el terreno para que la observación del espectador sea lo más clara posible, el artificio de Aki es no derrochar.   
La música es un elemento llamativo, esculpe los ambientes, complementa el tono de la escena y acompaña a los personajes que fuera de esos bares con conciertos y rocolas solo perciben el silencio social de la urbe.  

El otro lado de la esperanza es esa zona de riesgo, en la cual podemos ser aniquilados o en la que podemos ser testigos de injusticias y quedarnos impotentes, es ahí también donde recordamos lo vulnerables que somos, eso que constituye nuestra humanidad esencial. Por eso estamos ante una película (y una filmografía) que propone héroes reales, no importa cuán teatral sea el tratamiento, ni cuan fantásticos sean los hechos, todos estos son los verdaderos héroes y heroínas, los que desenvuelven su sincera humanidad. El valor está en no tener miedo a ser vulnerado.  

Tirso Vásquez

Comentarios