El cine de Hong Sang-Soo funciona
como un sistema que desbarata las ilusiones, las mentiras y la hipocresía
edulcorada. ¿Cuál es su mayor virtud? Me atrevo a decir que es su voluntad
cálida, no destruye el mundo naiff con acidez, ni con desesperación agresiva.
Se burla de la ingenuidad romántica
(o romanticona, para ser precisos) con amabilidad, como si cada encuadre fuera
una caricia: no olvidemos su composición de planos, la cual permite que
sintamos que los personajes están cerca, que hay una compañía humana presente o
que en todo caso los personajes impo¿rtan, pensemos sobre todo en las escenas en
interiores.
La marca registrada de Hong
Sang-Soo son sus acercamientos visuales, esos zooms realizados de forma
explícita y vistosa. Se siente el artificio, es una decisión de riesgo, pero
ejecutada con dulzura. Este método desmonta la lógica del romance tóxico, hace
que destaque Younghee (la maravillosa Kim Min-hee) y sus momentos más ridículos
y tiernos con ese “director”, ex amante, al que alude siempre. Hay una
terquedad y un juego de manipulaciones en el que aceptan estar.
Es cierto, Hong también hace
zooms lentos y casi imperceptibles, porque no solo se trata de destacar la
técnica, también propone una observación pausada del conflicto.
El humor, infaltable, aunque
menos presente ahora que en el resto de sus películas, es pieza clave en el
tratamiento del director coreano. Se manifiesta como una distención del
dramatismo y también como forma de resaltar lo infantil de los personajes.
Sin embargo, el momento que resulta
más espléndido y hermoso involucra la ruptura de las expectativas. Creíamos
estar viendo algo, pero no era de esa precisamente de esa forma y lo mejor es
que no se siente como una emboscada ingeniosa que Hong saca de la nada para confundir
al espectador. Todo lo contrario, estuvo siempre sembrado como un gesto de
libertad creativa; sobre todo, si tenemos en cuenta que la primera parte del
relato cierra con una imagen poética, generada con un paneo mecánico en dos tiempos.
El final, es impresionante. No revelaré el argumento, pero sí diré que hay una particularidad en el tratamiento del sonido. El cine de Hong, normalmente desarrollado en interiores (y con alcohol presente), manda a callar el sonido de los ambientes y prioriza los diálogos, expuestos sobre una banda limpia, donde las intenciones se dejan oír con total claridad, las voces se halla en soledad constante; pero la respiración de Younghee se siente muy presente cuando está frente al mar, antes de que se imponga la magnífica pieza de Schubert, se mezcla el sonido del mar con su frágil exhalación. Una identidad vencida.
El final, es impresionante. No revelaré el argumento, pero sí diré que hay una particularidad en el tratamiento del sonido. El cine de Hong, normalmente desarrollado en interiores (y con alcohol presente), manda a callar el sonido de los ambientes y prioriza los diálogos, expuestos sobre una banda limpia, donde las intenciones se dejan oír con total claridad, las voces se halla en soledad constante; pero la respiración de Younghee se siente muy presente cuando está frente al mar, antes de que se imponga la magnífica pieza de Schubert, se mezcla el sonido del mar con su frágil exhalación. Una identidad vencida.
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