Lima Independiente 2018: "Grass" de Hong Sang-soo

Hong en estado puro.

Imagino un microcosmos donde los hechos están concatenados a un nivel simple, pero asombroso. Una esfera que concentra trazos suficientes, los indispensables, para señalar una dirección o, al menos, una noción de sentido. Lo que aparece ante mis ojos es “Grass”, aunque pudo también ser cualquier cinta anterior de Hong Sang-soo.  

El maestro coreano vuelve a filmar su maravillosa constante. Un juego episódico. Cada escena muestra una charla entre seres desdichados por dentro: una ex pareja que siente culpa por la muerte de una tercera, un actor desempleado que busca ser acogido, un guionista que coquetea sin éxito y con un patetismo innegable, una mujer interpelada por un hombre misterioso del cual solo vemos la nuca y su sombra proyectada en la pared y una pareja de novios que piensa contraer matrimonio.

Todo esto registrado por una mujer escritora o, en realidad, por una mujer que escribe en base a lo que oye y observa. La estupenda Kim Min-hee se camufla en cada espacio y contempla las discusiones, desaires y tensiones que a veces acaban a los gritos, pero sin perder la sobriedad del registro que hace tan limpio el cine de Hong. El alcohol, infaltable en la mesa, es un elemento que sirve para observar la relación de los personajes con su propio asinceramiento, el cual llega ser pospuesto por temor. Ante estos gestos, la escritora está atenta y reflexiona mediante el pensamiento (manifestado por un voice over), trata de articular una narrativa sobre estos retazos de vida que le llegan. Por fortuna, la película introduce contradicciones también en la escritora, ya que se vincula con algunos de estos sujetos, en su mayoría hombres que ejecutan su identidad masculina con toda la torpeza del mundo.

El resentimiento de la escritora con el romance es honesto y fundamentado. Se trata de una personalidad que progresivamente va mostrando los matices que darán otra fuerza al film. Ella reconoce que no puede prescindir de forma absoluta de cualquier vínculo humano. El bar se convierte en un espacio de comunión, donde surge el compañerismo de estos seres imperfectos.

El momento más sublime involucra un plano secuencia, que mediante el paneo unifica las emociones, los discursos y las historias que hemos ido observando durante 60 minutos. Se concentran en un sutil movimiento coreográfico las acciones de los personajes y se incorpora un momento de magia, de evocación poética, similar al final del primer acto de la espléndida “On the beach at night alone”. Sin lugar a dudas, Hong en estado puro.

Tirso Vásquez / Copyleft 2018

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