El inicio del filme de Marcelo
Gomes es potente y satírico. Vemos una cabeza empalada a las afueras de lo que
parece es una capilla rural, cae una lluvia pesadísima y todo está cubierto por
un denso tono azul. Una voz nos comienza a contar lo que veremos, la historia
de Joaquim José da Silva Xavier, nos adelanta que el personaje existió en la
historia oficial de Brasil y que fue decapitado, ahora es estudiado por los
niños en las escuelas como un héroe nacional, agrega.
Y así veremos a Joaquim, que está
convencido de que la empresa que se le ha encomendado (buscar oro para la
corona de la reina María I) le traerá las recompensas que tanto anhela. La
justicia y el ascenso social, piensa, son asuntos de tiempo si se hacen bien
las cosas.
El actor Julio Machado se pone la
película al hombro y se va adentrando progresivamente en el terreno del
delirio. Vemos cómo lo invade la locura desbordante, no llega a los niveles
estratosféricos y excepcionales del Klaus Kinski de Herzog (Aguirre o
Fitzcarraldo), pero sí copia bien, de modo más calmo, algo del carácter
obsesivo de la dupla alemana. ¿Y por qué hago esta comparación? Porque Joaquim es una cinta sobre la terquedad, sobre el imponerse una meta en la que solo el
propio ego cree.
Lo interesante en Joaquim, una película correcta y bien contada, es justamente
cómo resuelve su conflicto. Gomes sabe que por más buen actor que Machado sea,
no logrará levantar el film hacia los confines de la neurosis herzogniana; por
lo cual prefiere explotar la fragilidad mundana de Joaquim. Ante cada
frustración, solo sentiremos lástima por el futuro héroe brasilero. Notaremos
que sus intenciones van adquiriendo cierto tono de nobleza, ya que no tolera un
mundo en el cual los portugueses tengan a su pueblo subyugado.
Filmado mayoritariamente en
exteriores y apostando por los altos contrastes, esta es una película que
cuestiona los roles sociales. La esclava, Prieta, trata de igual a igual a
Joaquim, por más que pertenezca al ejército, y este último acepta el
empoderamiento de su amante, algo que lo hace diferente a los demás hombres,
que prácticamente la violan. Es Joaquim un sujeto corrido de tiempo, que cree
en algo, aunque no sepa bien qué es, sostiene ingenuamente que en Estados
Unidos son todos libres e iguales, su figura conmueve. Todas sus acciones se
irán alineando hasta que veamos los inicios del fervor revolucionario que le
terminarían costando la vida. La última escena es fina, el grupo
independentista celebra una comida al aire libre, Joaquim devora su ración mientras
va lanzando una serie de afirmaciones sobre el cambio que se avecina. Los demás
sonríen confiadamente.
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