José Carlos Huayhuaca describió a
Steven Spielberg y George Lucas como “dos chicos brillantes de catorce años”,
capaces de crear universos gigantescos y con una imaginación desbordante. Los
hechos son la prueba contundente, ya sea en Star
Wars o en los sorprendentes films de aventura de Spielberg, siempre la
impresión juvenil, esa admiración por lo maravilloso, se convierte en el sostén
del argumento.
Algo similar se puede decir sobre
Guillermo del Toro, un amante de la fantasía, un ser capaz de conmoverse con extrañas
criaturas y batallas de robots, siempre entre lo sombrío y lo luminoso. Que no
quepa duda de su pasión por imaginar y tejer sueños imposibles. Guste o no, eso
hay que reconocérselo.
The Shape of Water plantea la
creación de vínculos entre dos seres que, a primera vista, no tienen
vinculación alguna. Elisa Esposito (Sally Hawkins), trabajadora de limpieza de
una base científica secreta del gobierno estadounidense en plena guerra fría,
entra en contacto con una criatura (Doug Jones) que mantienen encerrada como
sujeto de pruebas. Ambos se sentirán reconocidos el uno con el otro,
comunicándose por señas, lenguaje que Elisa domina ya que es muda.
Pero vayamos por partes.
Los primeros acercamientos al día
a día de Elisa son agradables, del Toro monta un escenario repleto de detalles,
a través de un montaje suelto. Vemos que nuestra protagonista es encantadora y
rápidamente notamos que tiene un lado coqueto, sexualizado, pero restringido a
gestos minúsculos, como la toma de 2 segundos en la que aparece desenfocada en
la tina y mediante el sonido se sugiere su masturbación.
Las escenas románticas son de una
creatividad innegable, aunque cada una sea más gratuita que la anterior. La
primera, la que ocurre en la ducha y que sugiere el acto sexual con un simple
corte es la mejor. Más virtuosa e imaginativa, pero también más artificial, es
la inundación de todo el cuarto de baño, cuyo fin es crear ese espacio de
gravedad cero, para que los amantes floten con gracia.
El problema son los matices. Richard
Strickland (Michael Shannon) es extremadamente cruel con la criatura del laboratorio,
vive dentro en los suburbios del sueño americano con una esposa sumisa y
reacciona con violencia cada vez que puede, pero apenas y entendemos sus
motivaciones para comportarse de ese modo, no hay demasiado aliento para sentir
empatía por él. ¿Y si alguien dijera que eso es una crítica a las políticas
norteamericanas de la década del sesenta, que es capaz de producir funcionarios
como el oficial Strickland? La verdad no se percibe, ni se sugiere esa idea.
“Del Toro es otro chico brillante
de catorce años” podría decir alguien, por ende su visión del mundo no tendría
por qué tener tantos matices, porque en el mundo del juego, donde los chicos y
chicas se divierten, los roles no siempre tienen tantas sutilezas: los malos
son malos y los buenos son buenos. Sin embargo, esa explicación no resulta satisfactoria.
Tomemos como ejemplo Indiana Jones y la
última cruzada (1989): un film en el que Spielberg retrató un lazo filial
entre los personajes de Sean Connery y Harrison Ford, era esa relación entre el
padre y el hijo lo que nutría una trama llena de persecuciones, balas y nazis
siendo golpeados en el desierto. “Los chicos de catorce” también pueden tener
una mirada compleja del mundo.
En The Shape of Water demasiada candidez juega en contra.
Hay que recalcar que el vínculo
más interesante, en mi opinión, no surge del romance mudo entre la criatura y
Elisa. Más conmovedor me parece el compañerismo que surge en las escenas que
Sally Hawkins comparte con Giles (Richard Jenkins), como cuando bailan al ritmo
del musical televisado o cuando ella le pide ayuda para realizar su plan (el
cual no revelaremos aquí). Pienso, incluso, que Giles es el personaje más
conmovedor de la película, con todas sus dudas e inseguridades (vinculadas a
todos los aspectos de su identidad), resulta cálido su aporte a la trama y
tiene una vida compleja más allá de la historia central. Esto lo podemos
observar en la escena que tiene en la cafetería con el dueño del local, luego
de que observa la discriminación que este último ejerce sobre unos clientes
negros. Jenkins es contención pura.
El film de Guillermo del Toro
termina siendo más irregular de lo que uno desea, no es necesariamente el mejor
candidato para llevarse la estatuilla a Mejor Dirección el 4 de marzo, pero es
uno de los que mayores chances tiene para obtener el galardón, algo que me
apenaría dado el talento de lxs otrxs cuatro directorxs.
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