Retablo es una película que revisita uno de los prejuicios más comunes en la sociedad: el odio hacia el homosexual. Hago hincapié en la parte masculina de dicha orientación, porque el mundo creado en la pantalla por Delgado-Aparicio es un lugar que desprecia a los hombres que no desempeñan los roles de una masculinidad tradicional. En parte, es un film sobre un tipo de homosexualidad y la retrógrada condena social que esta recibe.
También es una obra sobre la
decepción. El hijo se siente conflictuado por ver cómo su padre “traiciona” el
legado que fueron forjando juntos. El personaje desea heredar el oficio de
retablista, pero rechaza la identidad de su progenitor. Esa encrucijada se
desarrolla en un entorno rural, una tierra a la antigua, de machos duros y
emociones silentes.
Las primeras secuencias de Retablo son las que
fluyen mejor. La ternura de la primera imagen avisa un vínculo de aprendizaje y
compone (formal y simbólicamente) la acción de mirar. Un plano general, muestra
cómo posa una familia, luego vemos que Noé (Amiel Cayo) está tapándole los ojos
a Segundo (Junior Béjar Roca), para que le diga de memoria cómo luce cada uno
de los presentes. Una paternidad que inculca la capacidad de recordar imágenes.
Esa memoria visual es la que
luego va a pasar a ser capturada en los Retablos que padre e hijo construyen
juntos. El acto de mirar importa, porque en este mundo observar algo, es
recordarlo. Por ello, cuando Segundo descubre la homosexualidad de su padre, el
impacto inhabilita al personaje. Para Segundo la sexualidad de su padre está
bloqueada, el espacio en off refuerza esta idea en las escenas en las que Anatolia
(Magaly Solier) y Noé tienen intimidad, quizás por ello estos momentos son
filmados con un encuadre en el que solo vemos a Segundo y solo oímos lo que
sucede. El hijo ya no puede figurar a su padre en actividad sexual, exceptuando
el episodio que ve en la camioneta, la única imagen sexuada de su padre que
mira y recuerda es la de un acto que rechaza.
Esta situación se agrava con las
muestras subrayadas de machismo que hay en el pueblo. Las tradiciones
culturales, el habla cotidiana y la violencia se imponen en largos planos
secuencia, como obligando a nuestro protagonista a acostumbrarse a las imágenes
de lo que su comunidad considera el modelo a seguir. Ese desencuentro con los
moldes de lo masculino empalma con un elemento crucial y bastante comentado: la
composició de los encuadres como si fueran Retablos. El espacio contiene a
Segundo, pero él no puede habitarlo en paz. El Retablo que construye hacia el
final es un gesto que materializa la aceptación: finalmente el padre puede ser
reivindicado como una identidad válida para Segundo, quien renuncia a encarnar
la masculinidad virulenta.
El problema es que todo parece
estar demasiado racionalizado, se expone una idea rígida, como si la simetría
de los retablos afectara a la narrativa. El film tiende a hacer explícitas las
justificaciones de cada personaje. Me explico, tenemos que pensar que Segundo puede
desprenderse de Anatolia y quedarse con Noé, ¿por qué? ¿Quizás porque antes lo
vimos negarse a ser “un hombre más” cuando visita la casa de Felicita en la noche?
Más que una causalidad narrativa clásica, se siente como escenas calculadas, las
justificaciones están ahí, pero están tan subrayadas que le quitan organicidad
y complejidad a la historia y sus protagonistas. Retablo parece transitar por
un camino ilustrativo, donde se demuestra y se expone una tesis.
Aunque no hay que olvidar que
tampoco todo es tan coherente como parece. Para el film, Segundo es capaz de
hacerle frente a ese mar de masculinidad tóxica que vive a diario. ¿Y cómo así
el personaje puede cuestionar todo ese orden? Una respuesta poco satisfactoria
sería que simplemente se hartó de ello cuando vio a su amigo recibir una paliza:
una excusa para el cambio predeterminado, quizás un buen deseo.
Este tipo de problemas me llevan
a pensar que Delgado-Aparicio desconoce las posibles movidas del universo que
ha creado, como si no pudiese jugar su propio juego con solvencia. Nada tiene
que ver aquí el origen del cineasta, ya que importa poco si quiso “mostrar la
realidad”, lo que interesa es que nos cuente la realidad que él desea de la
mejor manera, algo para lo cual parece tener dificultades.
La corrección de Retablo se siente impostada, aunque tenga el noble fin de construir un mensaje crítico sobre un tema urgente. Celebramos que cada día se
señale la repulsiva y cavernaria violencia y rechazo hacia las personas homosexuales.
Es una tarea necesaria para construir en el futuro vínculos saludables y humanos. Sin embargo, es también importante reconocer las trabas
que el cine puede tener al comunicar ideas.
PD: Hay quienes piensan que es
problemático mostrar un mundo andino donde se rechace la homosexualidad, porque
se crea una idea “negativa” o “tóxica” sobre los andes. Esta preocupación me
parece infundada. La violencia homofóbica es un tema que se cosecha en todas
partes y cualquier imaginario, sea urbano o rural, puede albergar una historia
que trate el tema. El mundo andino no es homofóbico en su totalidad evidentemente, pero hay homofobia en
todas partes, incluyendo los andes.
Comentarios
Publicar un comentario