La amistad siempre devela un compromiso ético. Parece ser que al confiar en alguien más, cosechamos una expectativa.
La primera escena esboza un vínculo del pasado:
dos esqueletos son desenterrados por una joven en medio del bosque. A juzgar
por la ropa de quien descubre estos cadáveres, estamos en el siglo XXI. En este
descampado ha ocurrido un hallazgo. ¿De quiénes se trata? ¿Por qué murieron
juntos? ¿Decidieron fallecer ahí? Todas las respuestas las tenemos en la
calmada hora y cincuenta minutos en la que transcurre este western reflexivo.
Luego de esta secuencia introductoria, un
flashback de doscientos años nos traslada al origen de todo. Una aldea en
Oregon de 1820, tiempos de la ocupación británica en Estados Unidos, épocas de
precariedad y desigualdad sujetas al modelo colonial. En este lugar, conocemos
a Figowitz, alias Cookie, el cocinero de un grupo de cazadores. Sabemos poco de
él en un inicio, aunque su carácter contrasta con la vulgaridad de sus
compañeros. Figowitz es también un tipo noble, de perfil bajo, en su mirada hay
compasión, sea para ayudar a una diminuta lagartija o a un viajero famélico. Y
es con este último con quien marca un vínculo diferente. El gran contacto humano
del film.
El viajero con quien Figowitz se cruza es un
inmigrante chino, su nombre es King-Lu. Se encuentra desnudo en medio de la
noche, tiene hambre y siente frío. El silencio del bosque los abraza a ambos y
las historias se van desenvolviendo. Yo maté a un hombre, dice King-Lu; yo
cocino para otros hombres, indica Figowitz. Al cabo de un rato, la escena
consolida el vínculo, el cocinero obsequia alimento y ofrece al extraño un
espacio para dormir en su campamento. Luego de esto, los amigos compartirán
sueños en medio de esos territorios desolados en los cuales su amistad se
dibuja como marginal, así ocurriera una revolución por esos lares, todo indica
que ellos seguirán siendo ajenos al crecimiento económico.
En medio de todo, y a la manera de un personaje
de Julio Ramón Ribeyro, los amigos intentarán ser microempresarios,
vislumbrando una modernidad que les era esquiva, soñarán con el futuro donde
las condiciones materiales no les obliguen a estar al borde de la legalidad
todo el tiempo. Y aquí es donde surgen las ironías más grandes de la película,
donde asistimos a la representación de los valores burgueses, las dinámicas de
un mercado precoz y una etapa temprana del consumismo.
No se puede revelar más, pero sí es evidente
que durante el film la inequidad social es el contexto irrefutable donde la
narración se incorpora. Y es que esa desigualdad, que se evidencia con el
choque entre los forasteros y la élite enriquecida, puede interpretarse bajo
dos enfoques. Como “relaciones de mercado” o como “relaciones capitalistas”[1].
Me explico: en las primeras, hay intercambios económicos entre pares; en las otras,
riqueza basada en una explotación previamente existente. La empresa de nuestros
protagonistas arranca como una interacción de mercado artesanal, pequeña y
humilde; sin embargo, a pesar de que su emprendimiento pende de un hilo, la
avaricia parece poner en jaque su aventura capitalista. Como si el ser
codicioso transformara los mercados en capitalismo. La nobleza parece ser lo
que nos mantiene en el terreno de las utopías, fuera del modelo económico y del
yugo colonial.
Ahora bien, es importante recordar que hay otra
utopía, la de los vínculos eternos, esos que son imborrables, los pactos entre
amigos. La narrativa del film propone un avance pausado, con ciclos de
relajación en el montaje (edición) y un tratamiento visual atento a los
detalles mínimos, que podrían pasar desapercibidos. Ahí radica el poder de
Kelly Reichardt de sugerir simbolismos: los amigos conversan al lado del río
sobre lo que les gustaría lograr algún día, Figowitz dice que le gustaría ser
dueño de un hotel o de una pastelería (su situación no puede estar más alejada
de eso, ni ser más mundana); de repente, se queda mirando un bote que lleva un
perro encima, como si fuese un burgués o un explorador, un hombre libre y capaz
de lograr lo que se propone. Pero el encuadre no subraya esto, solo lo muestra.
Un can sobre un bote, con un hombre que navega con él por el río.
Y hay algo también digno de ser destacado, las diversas
secuencias en las que Figowitz recolecta alimentos por el bosque; en ocasiones,
están acompañadas por una música que confiere una clave intimista a esos largos
paseos, en uno de ellos nuestro protagonista observa un animal (que será
crucial en el film) pastando. Su descubrimiento es personal, como quien asiste
a una cita secreta. Dijimos al inicio que este era un western (“película de
vaqueros”), vale una precisión: quizás sea un western desmontado. Los
compañeros de First Cow no son los jinetes recios y virtuosos del cine de John
Ford, aquí la notable Kelly Reichardt abre las posibilidades del género cinematográfico para
representar la masculinidad. Si hay algo heroico es la lealtad, no la fuerza
bruta. Solo basta con recordar la cita de William Blake con la que inicia el
film:
El pájaro un
nido, la araña una red, la amistad del hombre[2].
Es la compañía de lxs amigxs, su calidez, su cobijo, la que
edifica un espacio al cual querer volver siempre con firmeza, así la vida esté
en riesgo absoluto.
Tirso Vásquez - Copyleft
[1]
En “Markets Not Capitalism” (Chartier y Jonhson, 2011), diversxs filósofxs
anarquistas y libertarixs explican la diferencia entre el mercado y el
capitalismo. Para ellxs, los mercados realmente libres son aquellos que no dependen
ni del control estatal, ni de los privilegios capitalistas. Esta tendencia
filosófica conocida como “anarquismo de mercado de izquierda” (o Left wing market
anarchism) no debe ser confundida con el anarcocapitalismo, cuya orientación es
claramente de derecha. Los anarquistas de mercado son una escuela de
pensamiento antiestatista y anticapitalista al mismo tiempo. Abogan por las
relaciones de mercado de consenso mutuo, la cooperación voluntaria para un
beneficio social colectivo, la competencia económica liberada de la injerencia
de las élites económicas y el cuestionamiento de diversas jerarquías que
generan opresión; por lo cual, se oponen fervientemente al sexismo, la
homofobia, la transfobia, el racismo, la explotación animal, etc.
[2] Original: The bird a nest, the spider a web, man friendship.
Comentarios
Publicar un comentario